MISIONERAS DE JESÚS SACERDOTE

"Este don divino que la Iglesia ha recibido de su Señor y que con su gracia conserva siempre"

Las Misioneras de Jesús Sacerdote somos un instituto de derecho pontificio (Reconocidas por Roma), dedicadas a la oración y al apostolado. Fuimos fundadas el 14 de enero de 1938 en México por la Madre Dolores Echeverría Esparza y por el Padre Edmundo Iturbide Reygondaud M. Sp. S.

Carisma

"HONRAR A JESUCRISTO SACERDOTE"

Actuamos nuestro Sacerdocio Bautismal con una vida contemplativo-apostólica.

Somos enviadas a dar a conocer el Misterio Sacerdotal de Cristo y a promover en el Pueblo de Dios la vivencia de su sacerdocio bautismal, a orar y a sacrificarnos por la multiplicación y santificación de los Sacerdotes.

Nuestro Carisma nos pide:

"TRANSFORMARNOS EN CRISTO SACERDOTE"

Misión

Ser Apóstoles comprometidos en la Iglesia, con valores Cristianos, favoreciendo una integración familiar, para hacer vida el Carisma Sacerdotal.

Queremos encarnar plenamente el sacerdocio común y por medio de él, nos comprometemos a vivir y sentir con la Iglesia, y nos entregamos a su misión de amar y servir a los miembros de Cristo

Queremos encarnar plenamente el sacerdocio común y por medio de él, nos comprometemos a vivir y sentir con la Iglesia, y nos entregamos a su misión de amar y servir a los miembros de Cristo

LA VIDA RELIGIOSA

"Este don divino que la Iglesia ha recibido de su Señor y que con su gracia conserva siempre"

La formación de las jóvenes que tiene por fin inmediato iniciarles en la Vida Religiosa y hacerles tomar conciencia de su especificidad en la Iglesia, tendrá sobre todo, mediante la armoniosa fusión de sus elementos espiritual, apostólico, doctrinal y práctico, a ayudar a religiosos y religiosas a realizar su unidad de vida en Cristo por el Espíritu

Juniorado

Noviciado

Formación permanente

VOCACIONAL

¿Cómo conocer mi camino?

Todo hombre lleva en sí mismo un proyecto de Dios, una vocación personal, una idea personal de Dios sobre lo que está llamado a hacer en la historia para construir su Iglesia, templo vivo de su presencia. Y la misión del sacerdote consiste sobre todo en despertar esta conciencia, en ayudar a descubrir la vocación personal, el proyecto de Dios para cada uno de nosotros. (Benedicto XVI)

La fidelidad a la vocación sea cual sea, es fidelidad a Dios, a la misión que nos encarga, para lo que hemos sido creados: el modo concreto y personal de dar gloria a Dios.

Desde donde nos encontremos, por ejemplo, el matrimonio tiene que mostrar en la familia, el compromiso que se adquiere con la esposa, el esposo y las responsabilidades que se tienen para con los hijos, dando testimonio cristiano. Cada uno desde el momento y situación en la que se encuentre, buscando responder a la vocación a la que Dios nos llama.

“Y subiendo al monte llamó a los que él quiso, y fueron junto a él. Y eligió a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios. Y formó el grupo de los doce” (Mc.3, 13).

Cristo elige a los suyos, y este llamamiento es su único título. Jesús llama con imperio y ternura. Nunca los llamados merecieron en modo alguno la vocación para la que fueron elegidos, ni por su buena conducta, ni por sus condiciones personales. Es más, Dios suele llamar a su servicio y para sus obras, a personas con virtudes y cualidades no tan sobresalientes, para lo que realizarán con la ayuda divina.

¿Dónde estamos?